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¿Qué es «la masculinidad»?
Si la masculinidad no es la expresión social, cultural ni política de la virilidad , entonces ¿qué es? No creo tener una respuesta definitiva a esta pregunta, pero tengo algunas propuestas sobre por qué la masculinidad no debe y no puede ser reducida al cuerpo del hombre y a sus efectos. Incluso me atrevería a afirmar que, a pesar de que parece que nos cuesta mucho definir la masculinidad, socialmente tenemos pocos problemas en reconocerla, y de hecho invertimos mucho tiempo y dinero ratificando y consolidando las versiones de la masculinidad que nos gustan y en las que creemos. Muchas de estas «masculinidades heroicas» se basan fundamentalmente en la marginación de las masculinidades alternativas. Lo que planteo es que, lejos de ser una imitación de la virilidad, la masculinidad femenina, en realidad, nos da una pista de cómo se construye la masculinidad como tal. En otras palabras, las masculinidades femeninas se consideran las sobras despreciables de la masculinidad dominante, con el fin de que la masculinidad de los hombres pueda aparecer como lo verdadero. Pero lo que entendemos por masculinidad heroica ha sido producido por medio de los cuerpos tanto de hombres como de mujeres.
En nuestra sociedad la masculinidad se asocia a valores de poder, legitimidad y privilegio; a menudo se la vincula, simbólicamente, al poder del Estado y a una desigual distribución de la riqueza. La masculinidad parece difundirse hacia fuera en el patriarcado y hacia dentro en la familia; la masculinidad representa el poder de heredar, el control del intercambio de las mujeres y la esperanza del privilegio social.
Pero, obviamente, hay muchas otras líneas de identificación que atraviesan el terreno de la masculinidad y que dispersan su poder en complicadas relaciones de clase, raza, sexualidad y género. Si lo que llamamos «masculinidad dominante» parece ser una relación naturalizada entre la virilidad y el poder, entonces no tiene mucho sentido examinar a los hombres por medio de esa construcción social de la masculinidad. Lo que planteo es que la masculinidad se vuelve inteligible como masculinidad cuando abandona el cuerpo del varón blanco de clase media. Los argumentos de la masculinidad excesiva tienden a centrarse en los cuerpos de los negros (hombres y mujeres), los cuerpos de los/as latinos/as o los cuerpos de las clases trabajadoras, y la masculinidad insuficiente se asocia muy a menudo a los cuerpos de los asiáticos o los cuerpos de las personas de clase alta. Estas construcciones de estereotipos de masculinidad variable marcan el proceso por el cual la masculinidad se hace dominante en la esfera de la virilidad de los blancos de clase media. Pero muchos estudios que actualmente tratan de explicar el poder de la masculinidad blanca interpretan este cuerpo del varón blanco concentrando todos sus esfuerzos analíticos en la descripción detallada de las formas y expresiones de la dominación del varón blanco. Numerosos estudios sobre Elvis, los jóvenes varones blancos, el feminismo de los hombres blancos, el matrimonio y los hombres, y el control de la virilidad acumulan mucha información sobre un tema que conocemos de cerca y que ha sido tratado ad nauseam. Estos estudios se muestran indiferentes ante el hecho de que el varón es blanco, o ante la masculinidad de la esposa, o ante el proyecto de nombrar su poder. La masculinidad de los hombres se utiliza en mi proyecto de modo hermenéutico y como un contraejemplo al tipo de masculinidad que parece aportar más información sobre las relaciones de género, como algo que puede producir un cambio social. Este libro estudia a Elvis sólo por medio del imitador femenino Elvis Herselvis; investiga las connotaciones políticas del privilegio masculino no en los hombres sino en las vidas de mujeres aristocráticas europeas que vestían con ropa del sexo contrario en la década de 1920; se describen aquí los detalles de las diferentes masculinidades no comparando hombres y mujeres, sino lesbianas butch y transexuales mujer-a-hombre; se examinan los iconos de la masculinidad no a través del chico guapo de moda, sino a través de la historia de las butches en el cine; en definitiva, en el libro se demuestra que las formas y el alcance de la moderna masculinidad se comprenden mejor por medio de la masculinidad femenina.
Qué mejor forma de empezara dialogar sobre la masculinidad femenina que cuestionando a uno de los héroes varones más omnipresentes: Bond, James Bond. Para ejemplificar mi hipótesis de que es más fácil reconocer la moderna masculinidad por medio de la masculinidad femenina, consideremos las películas de acción de James Bond, donde la masculinidad de los hombres aparece muy a menudo como una mera sombra de una masculinidad alternativa más potente y convincente. En Goldeneye, por ejemplo, Bond se pelea con la típica colección de personajes chungos: comunistas, nazis, mercenarios, y con un tipo de mujer violenta superagresiva. Bond despliega su habitual encanto de héroe aventurero, con la ayuda de su arsenal de aparatitos: un cinturón retráctil, una bomba escondida en un boli, un reloj que es un arma láser, etc. Pero hay una curiosa carencia en Goldeneye. Precisamente falta un poder masculino creíble. La jefa de Bond, M., es una señora mayor, claramente butch, que llama a Bond dinosaurio y le echa la bronca por ser un misógino y un sexista. Su secretaria, la señorita Moneypenny, le acusa de acoso sexual; su colega (varón) le traiciona y le llama ingenuo; y, por último, las mujeres no parecen mostrar mucho interés por sus encantos (trajes malos y mucho coqueteo sexual), que parecen tan viejos e inútiles como sus aparatitos.
La masculinidad, en estas películas con más bien poca acción, es esencialmente protésica y, como en muchas otras películas de acción, tiene poco o nada que ver con la virilidad biológica. A menudo se trata de un mero efecto especial. En Goldeneye es M. quien interpreta la masculinidad de forma más convincente, y lo hace en parte mostrando lo falsa que es la propia interpretación de Bond. Es M. quien nos convence de que el sexismo y la misoginia no son necesariamente una parte y una parcela de la masculinidad, aunque históricamente ha resultado muy difícil, si no imposible, separar la masculinidad de la opresión a las mujeres.
El héroe aventurero de acción debería personificar una versión extrema de la masculinidad normativa, pero en su lugar vemos que esta masculinidad excesiva resulta ser una parodia o una revelación de la norma....